El viernes por la noche trataba de huir a través de las
ondas del tsunami provocado por la final de la copa del rey de fútbol y la
uniformidad que suponen los medios, en este caso las radios españolas. Al final
encontré un debate en el que varios periodistas (entiendo que eran reputados,
pero no tenía yo cuerpo a esas horas para grabar sus nombres) discutían (aunque
no mucho) sobre el presente y el futuro de la profesión (de la suya, se
entiende).
Hablaron de muchas cosas, pero me quedé con una: la falta de
riesgo que los jóvenes que empiezan están dispuestos a asumir. Siendo una
ocupación vocacional, no muchos están dispuestos como defendía una ponente, a
echarse la mochila a la expalda (que , como todo el mundo sabe es donde la
palda pierde su casto nombre) y pirarse a Nueva York (como hizo ella), India, África,
o a cualquier sitio generador de noticias donde uno se curte a base de buscarse
las habichuelas por sus medios.
Me quedé pensando, no mucho, la verdad, sobre si esa falta
de vocación que se puede detectar en la escasez de espíritu de aventura podría
estar relacionada con lo que podríamos llamar “falta de independencia” de los
medios españoles a la hora de analizar y contar la realidad y que de hecho
deberíamos llamar apesebramiento puro y duro. Tu ponme aquí el pan que yo
cuento lo que me digas.
Aunque mantengo un estado de permanente estupefacción a la
hora de recibir noticias de la crisis, motivado por la sospecha de que todas
las mañanas alguien escribe el guión y se lo pasa a todos los que lo tienen que
contar, no dejo de sorprenderme cuando llegan a mis manos noticias como la
demanda y posterior sobreseimiento al presidente del tribunal supremo.
Los hechos, tal y como yo los he entendido son: este señor,
llamado Carlos Dibar, ha realizado 20 viajes a Marbella, coincidiendo con
viernes o lunes, a gastos pagados (suyos y de su escolta). Un vocal del poder
judicial lo ha denunciado por malversación de caudales públicos, para
entendernos, por utilizar fondos públicos para uso privado. La fiscalía archiva
la denuncia al no existir ánimo de lucro, que parece ser un componente sinequanon
para que haya delito. En fin, el presidente del supremo viajó a Marbella 20
veces y 4 días por vez, 14 de las veces tenían una motivación profesional (que
en ningún caso le ocupaba los cuatro días, ni mucho menos) y 6 veces nadie sabe
qué es lo que fue a hacer. Como no se ha lucrado, no hay caso. No da ninguna
explicación, ni nadie la pide e “il mondo gira”.
La ciudadanía abotargada, se ha posicionado en dos frentes, alimentados
de argumentos por los grupos mediáticos correspondientes. Uno, pidiendo
explicaciones a Dibar y, si no las hay, la dimisión por motivos éticos. El otro
diciendo que el vocal denunciante, que es un maldito resentido amigo de Garzón,
dimita al no haber encontrado la fiscalía delito en la conducta denunciada. Este
es el periodismo de hoy en día, la independencia y el sentido crítico.
Y yo miro todo esto, y pienso. Si este señor, que es el
presidente del Supremo, la máxima autoridad de la justicia en este país, tiene
este sentido de la ética personal y del servicio público, y estos son los
periodistas que nos cuentan y analizan lo que pasa, yo me pregunto:
¿Andestamos?
Y lo que es peor
¿Andevamos?
Démonos por jodidos.
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