lunes, 10 de febrero de 2014

Final de la copa del Rey (esta y la otra)



Ayer se ha vivido otra final de copa del Rey de baloncesto. Como es habitual, al rey le ha venido mal ir. Le pillaba a trasmano y no había elefantes ni nada y ha entregado el trofeo otro señor con corbata que pasaba por allí.


En fin, a la gente le ha parecido bien y han luchado como jabatos para ganar el trofeo. Las previas no las he visto porque todo parecía indicar que sería un paseo militar del Madrid y el Barsa, como así fue. Pero la final ya fue otra cosa.

Vaya por delante que el Madrid y el Barcelona son dos clubes de baloncesto cuyo presupuesto cubren sus respectivos clubes de fútbol, que dicho sea de paso, tienen luces y sombras en cuanto a su gestión económica...DIOSSSSS....ya estoy otra vez, que no Rafilla, que ese no es el camino.

Reescribo....Vaya por delante el agradecimiento a esos dos grandes clubes, que digo clubes, ¡imperios celestiales!, magnánimos benefactores del deporte español que son Madrid y Barcelona, que invierten año tras año ingentes recursos para regalarnos fabulosos espectáculos dignos de competiciones de mucho mayor postín de las que aquí tenemos y merecemos.

Pues eso, espectáculo puro, tensión, agresividad, nervios, bueno, y también sus cosillas, un entrenador al que, después de explicar una jugada en un tiempo muerto, le dicen los jugadores:
- “mister, que no hay tiempo, quedan 8 segundos”
- “¿sólooo? (nótese el acento).... bueno, pues dádsela a este y que se la tire.”

Y un desenlace de los buenos. Una canasta en el último segundo, con el reloj mordiéndole en el culillo a Llull (que chulo el apellido) que daba la final al Madrid. Y después besos, abrazos, que bueno soy y que culito tengo, vamos a cortar las redes..., ¿hace un calvo?

Y me vino a la memoria otra final mucho mejor que la de ayer. Fue mucho mejor porque estaba yo en la grada, obvio. Es de sobra conocido que mi sola (sin acento) presencia realza cualquier evento por imperceptible y miserable que sea (el evento, no mi presencia).  

Fue la final de copa de Valladolid, creo que en el 88. La ganó el Barsa con un triple in extremis que los que estábamos allí vimos ir hacia la canasta a cámara lenta en un vuelo magnífico que he recordado muchas veces después. Un triple que yo, que era más del Madrid, recé por que entrara, ¿por que?



Pues porque detrás de mi se sentó un desgraciado del Madrid, de esos recalcitrantes que hay en algunas aficiones, pesao como ninguno, maleducado, gritón, corto de miras y de mas cosas, y el maligno este me hizo el partido insoportable, así que cuando metió el triple Solozábal y el miserable de mi espalda se hundía en su asiento y en su mediocridad, me di la vuelta, le miré a los ojos, que los tenía ya llorosos cual becerro degollado y le mostré toda mi dentadura en la mas amplia sonrisa que han visto los años en mi rostro.

Y me quedé como Dios.


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