Vivimos tiempos convulsos. La
macroeconomía se mete en nuestros hogares y el ciudadano no entiende o no
quiere entender. Para la gente que invertimos en bolsa y que tenemos algo o
mucho en las empresas del Ibex, las dos últimas semanas han sido un fuerte varapalo.
Para el ciudadano, que oye hablar de deterioro del estado del bienestar,
momentos de intranquilidad. Para el gobierno, que creía tenerlo todo bien
encauzado, una sorpresa. Han descubierto la dictadura de lo que se llama “los
mercados”. Pero...¿realmente es una dictadura?
Partamos de la base de que los
mercados no son un ente etéreo y difuso gobernado por una mano negra. Los
mercados son el conjunto de inversores, unos más grandes, otros más pequeños,
que disponen de un capital, unos mayor y otros menor y deciden invertirlo
buscando una rentabilidad y...muy importante... una seguridad.
Bajo esta premisa, yo formo parte
de los mercados, porque pongo mis pequeños ahorros en un sitio que me ofrezca
una cierta sensación de rentabilidad. Sensación que el tiempo se encargará de
confirmar o rebatir, pero que tengo en un determinado momento.
Como inversor, y como integrante de
“los mercados”, que un gobierno sea elegido con un respaldo mayoritario de los
ciudadanos, me da una tranquilidad, pero no es un cheque en blanco. Se puede
dejar pasar que incumpla una promesa electoral (que es el contrato que los
ciudadanos tenemos con los políticos) por variar las dimensiones del problema
(variación que el jefe de la oposición reconoció en un gesto que le honra y que
ayudó a mantener el margen de confianza en el nuevo gobierno). Pero lo que
debía haber aprendido el señor Rajoy, visto que vio las barbas de Zapatero
pelar, es que nadie le va a perdonar que haga cosas en las que no cree obligado
por agentes externos y que así lo justifique públicamente. Las cosas se deben
hacer por convicción y pensando que las reformas mejorarán la situación a
corto, medio o largo plazo. Las cosas hay que hacerlas porque ayudan a que
nuestro país sea más competitivo, creemos firmemente en ellas y creemos porque
hemos visto un camino marcado por la crisis asiática del 2.000. La reducción
del déficit y, por consiguiente de la deuda, es el camino. Y el argumento de
que esa reducción del déficit va a motivar una brutal recesión ni puede frenar
los ajustes ni es verdad en su totalidad. Esto lo explicaré mañana.
La situación actual es que nuestro
estado gasta más de lo que ingresa. Es decir, tiene que pedir prestado para
poder pagar los servicios que da a los ciudadanos. Y como tiene que pedir
prestado, tiene que aceptar las reglas de quien le presta, que busca una
seguridad y una rentabilidad en esa inversión. Este estado, que somos todos,
lleva años así, y tiene una fuerte deuda con quienes en su momento le dejaron
dinero en una situación parecida a la de ahora, pero en un entorno de
crecimiento. La administración española se ha mostrado como un pésimo gestor y
ahora pide más dinero ¿tu se lo darías? Si no se lo das, o le pides garantías
en forma de reformas ¿eres un dictador?.
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