jueves, 12 de abril de 2012

La FSO nos trae a John Williams


El pasado sábado 17 de marzo me acerqué al auditorio Miguel Delibes a ver un concierto de bandas sonoras de John Williams.

Empezaré por decir que, en mi casa, John Williams es dios. Es el compositor de las bandas sonoras de películas como La guerra de las galaxias, Superman, Indiana Jones, Parque Jurásico, Harry Potter, Tiburón o el himno de las olimpiadas de Los Ángeles. Así que, el día que entró en mi casa de la mano de La guerra de las galaxias, se quedó para siempre.

Pablo, mi hijo mayor (9 años) es un enamorado de esa película, y cuando la vio por primera vez estaba empezando a tocar el saxo en la escuela municipal de música. Pensé que regalarle un libro con las partituras de las películas de John Williams le motivaría y le ayudaría, al tratarse de música reconocible. Acerté de pleno. Al ser el mayor, espejo y guía para los demás, podéis imaginar lo que pasó con el resto.

Yo nunca había ido a un concierto de clásica, no soy muy aficionado aunque a veces pongo algo en el coche, me limpia y me relaja. Podía ser una magnífica oportunidad para ir con los niños. Un poco caro (35 €), pero un día es un día.
La orquesta es la Film Symphony Orchestra, dirigida por Constantino Martínez-Orts. Es una orquesta de reciente creación, especializada en música de películas y que está realizando una gira por España que podéis seguir aquí.

El concierto empezó fuerte. La guerra de las galaxias. Algo dentro de mi se estremeció, pero fue un instante. La intensidad emocional fue decayendo, pues no conocía muchos de los temas que siguieron. Era una sensación agradable, una mezcla de relax y ensimismamiento. Me gustó el tema de Las cenizas de Ángela, pero al no conocer la música, perdía el gancho emocional y quedaba en un entretenimiento, que no es poco. De aquella, Patricia (6 años) ya se revolvía en la silla buscando el mejor acomodo.

El final de la primera parte, con Parque jurásico y Encuentros en la tercera fase me metió un poco más en el concierto. Llegó el descanso, que pasó volando, porque me encontré con conocidos y arrancó la segunda parte con ET. La imperial march del imperio contraataca que acompaña cada aparición de Darth Vader fue subiendo la tensión, e impidió que Patricia se durmiera. El programa oficial fue muriendo como algo entretenido pero sin emoción para los profanos en estas cosas.

Entonces empezaron los bises. Y lo que había sido una tarde agradable se tornó en una vorágine de sensaciones. La orquesta fue enganchando al público más si cabe, pues gran parte del auditorio estaba entregado con lo ya recibido. Muchos recibieron de pie alguna de las piezas extras, que sonaron en el auditorio con una contundencia atronadora. Mediada la interpretación de la banda sonora de Superman, me sorprendí a mi mismo llorando como una magdalena. Una emoción terrible surgía de las entrañas y llegaba hasta la piel erizando mis pelos como si una ola que primero te empuja suavemente, casi acunándote y de repente te arrolla metiéndote en el tubo y desplazándote con velocidad de vértigo, hubiera entrado por mi cuerpo por las plantas de los pies y estuviera embistiendo el límite que supone la piel revolviendo con violencia todo lo que había encontrado a su paso.
Cuando pude ser dueño de nuevo de mi mismo, miré a mis hijos y nos cogimos de las manos, pude notar que su nivel de emoción estaba en línea y que la experiencia se quedaría por mucho tiempo en su retina, en sus oídos y en su corazón.


Gracias a la FSO.  Una tarde maravillosa. Aquí les tenéis con Superman

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