El pasado sábado 17 de marzo me acerqué al auditorio Miguel
Delibes a ver un concierto de bandas sonoras de John Williams.
Empezaré por decir que, en mi casa, John Williams es dios. Es el compositor de las bandas sonoras de películas como La
guerra de las galaxias, Superman, Indiana Jones, Parque Jurásico, Harry Potter,
Tiburón o el himno de las olimpiadas de Los Ángeles. Así que, el día que entró en
mi casa de la mano de La guerra de las galaxias, se quedó para siempre.
Pablo, mi hijo mayor (9 años) es un enamorado de esa
película, y cuando la vio por primera vez estaba empezando a tocar el saxo en
la escuela municipal de música. Pensé que regalarle un libro con las partituras
de las películas de John Williams le motivaría y le ayudaría, al tratarse de
música reconocible. Acerté de pleno. Al ser el mayor, espejo y
guía para los demás, podéis imaginar lo que pasó con el resto.
Yo nunca había ido a un concierto de clásica, no
soy muy aficionado aunque a veces pongo algo en el coche, me limpia y me
relaja. Podía ser una magnífica oportunidad para ir con los niños. Un
poco caro (35 €), pero un día es un día.
La orquesta es la Film Symphony Orchestra, dirigida por
Constantino Martínez-Orts. Es una orquesta de reciente creación, especializada
en música de películas y que está realizando una gira por España que podéis
seguir aquí.
El concierto empezó fuerte. La guerra de las galaxias. Algo
dentro de mi se estremeció, pero fue un instante. La intensidad emocional fue
decayendo, pues no conocía muchos de los temas que siguieron. Era una sensación agradable, una mezcla de relax y ensimismamiento. Me gustó el tema de Las cenizas de Ángela, pero al no conocer la
música, perdía el gancho emocional y quedaba en un entretenimiento, que no es poco. De
aquella, Patricia (6 años) ya se revolvía en la silla buscando el mejor
acomodo.
El final de la primera parte, con Parque jurásico y
Encuentros en la tercera fase me metió un poco más en el concierto. Llegó el
descanso, que pasó volando, porque me encontré con conocidos y arrancó la
segunda parte con ET. La imperial march del imperio contraataca que acompaña
cada aparición de Darth Vader fue subiendo la tensión, e impidió que Patricia
se durmiera. El programa oficial fue muriendo como algo entretenido pero sin
emoción para los profanos en estas cosas.
Entonces empezaron los bises. Y lo que había sido una
tarde agradable se tornó en una vorágine de sensaciones. La orquesta fue
enganchando al público más si cabe, pues gran parte del auditorio estaba
entregado con lo ya recibido. Muchos recibieron de pie alguna de las piezas
extras, que sonaron en el auditorio con una contundencia atronadora. Mediada la
interpretación de la banda sonora de Superman, me sorprendí a mi mismo llorando
como una magdalena. Una emoción terrible surgía de las entrañas y llegaba hasta
la piel erizando mis pelos como si una ola que primero te empuja suavemente,
casi acunándote y de repente te arrolla metiéndote en el tubo y desplazándote con
velocidad de vértigo, hubiera entrado por mi cuerpo por las plantas de los pies
y estuviera embistiendo el límite que supone la piel revolviendo con violencia
todo lo que había encontrado a su paso.
Cuando pude ser dueño de nuevo de mi mismo, miré a mis hijos
y nos cogimos de las manos, pude notar que su nivel de emoción estaba en línea
y que la experiencia se quedaría por mucho tiempo en su retina, en sus oídos y
en su corazón.
Gracias a la FSO. Una tarde maravillosa. Aquí les tenéis con Superman
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